Que la innovación sea una tendencia hoy en día no es una sorpresa, pues los complejos y acelerados cambios que vivimos exigen que nos estemos reinventando continuamente. Sin embargo, ésta necesidad ha abierto todo un mercado de oportunistas que con conocimientos básicos del tema, se han encargado de crear negocios de innovación que, en muchas ocasiones llenan a las empresas de energía frente al tema, pero que los dejan con serios problemas para aterrizar e implementar lo que se propone; en otras palabras, son muy buenos para subir la espuma, pero cuando esta se esfuma, no queda nada.
Es por eso importante que comencemos a ver a la creatividad e innovación como disciplinas científicas que requieren de seriedad, llamado que se viene realizando desde 1950 cuando Guilford, entonces presidente de la Asociación Americana de Psicología, en su discurso de apertura del congreso de la Asociación, llamó la atención sobre la importancia de ver a la creatividad como una ciencia y sobre la necesidad de que ésta contara con rigor académico, ya que en ese entonces, solo el 2% de las investigaciones en psicología eran dedicadas a éste tema. Desde entonces, un gran número de indagaciones se han realizado al respecto desde diferentes enfoques; desde las habilidades personales, las herramientas y procesos para la solución de problemas, los productos creativos y los factores del entorno que fomentan o limitan esta habilidad. Hoy en día se cuenta con un gran número de soportes científicos en el tema, por lo que podemos afirmar sin duda alguna que esta disciplina es algo serio y por tanto, su desarrollo debe tratarse como tal. Desafortunadamente, existen en el mercado un sinnúmero de personas inescrupulosas que se dicen expertos y que timan a sus clientes a punta de juegos y ejercicios de alta adrenalina.
Lo más preocupante del tema es que si entendemos a la creatividad como un primer eslabón de la cadena de la innovación, el que hacer del campo en ésta última tampoco se salva de tanto culebrero, pues muchos creen que por haber asistido a un taller, ya cuentan con la profundidad suficiente para asesorar a otros. Este problema es particularmente marcado con atractivas metodologías como Lego Serious Play, el Canvas del Modelo de Negocio, el Pensamiento de Diseño (Design Thinking) y la Solución Creativa de Problemas; que tristemente son subutilizadas al punto de ofrecer certificaciones que se desarrollan en ocho horas o menos. Seamos serios, ¿quién se vuelve experto en tan poco tiempo? Además, las metodologías que menciono, hacen parte del proceso creativo que puede conducir a la innovación, pero que no necesariamente asegura resultados. La innovación se da en la gestión e implementación de las ideas, no en la concepción de las mismas.
Un buen consultor de estas temáticas, es aquel que orienta correctamente en los procesos, que está actualizado en las últimas investigaciones y que brinda herramientas prácticas que permiten acelerar los procesos de aplicación de conocimiento y de implementación de las ideas. Es además una persona que hace un fuerte énfasis en integrar todo lo anterior dentro de una estrategia de innovación con sus respectivas mediciones. Por último esté atento a estos signos y manténgase informado del tema, pues como dice el dicho: “en tierra de ciegos, el tuerto es rey”.